martes, 29 de junio de 2010

Ni orgullo ni vergüenza



Soy una mujer. Visto como vestía hace un año, me maquillo como lo hacía hace un año. Tengo las mismas ideas políticas, las mismas creencias religiosas, las mismas dudas, las mismas hijas, los mismos amigos -los que se han apartado no debían serlo tanto- y amigos nuevos.
Tengo más o menos el mismo aspecto, aunque muchos dicen que estoy mejor, más sana.

Soy la misma, pero algo muy importante ha cambiado. He cambiado de pareja. Después de toda una vida casada me divorcié. He encontrado el amor. De la mano de una mujer.

¿Debiera sentirme orgullosa de eso? No. Me siento afortunada de estar en una relación llena de respeto mutuo, ternura, compañerismo, planes para el futuro y pasión. Vamos, lo que se viene llamando una relación amorosa.

Ni me enorgullezco ni me avergüenzo de tener una pareja de mi mismo sexo. No me veréis estos días en ninguna carroza del Orgullo, ni frecuento bares de ambiente. Nunca fui gregaria, aunque he tenido carnet de un partido político y he sido miembro de una iglesia. No me gustan las etiquetas ni necesito la protección de un guetto. Simplemente me dedico a ir de la mano por la calle con mi amor, a organizar una boda con más de cien invitados, contando con la tía Margarita que tiene 87 años, y a intentar que la relación con mi gente de toda la vida se mantenga.

Normalizar es eso, creo yo. El orgullo es una defensa. Siempre me parecieron patéticas las manifestaciones machistas con la mano en el paquete de muchos hombres. ¿Por qué va a ser mejor manifestar orgullo por ser homosexual, bisexual, transexual o lo que sea? ¿Por qué esa necesidad de autoafirmarse? La vida sexual es una parte de la vida, no la vida entera. Aunque el amor te dé la vida.

Yo quisiera encontrar un trabajo en el que no importase el sexo de mi pareja, contando con que vivo en una ciudad del interior, bastante tradicional y donde se mira mucho el "qué dirán". Estoy contenta de poderme unir a mi pareja en una boda válida jurídicamente, porque la ley nos ampara; de poder celebrar la ceremonia tranquilamente en un lugar al aire libre, porque eso sí me enorgullece. Estoy contenta de que la gente que nos quiere se alegre de vernos felices.

Me pregunto cuánto de ello se deberá a las cabalgatas del orgullo gay y cuánto al trabajo serio y a la valentía a cara descubierta (con la cara lavada y recién peiná) de muchas personas, unas conocidas y otras no. No critico la celebración. Bien para el que la disfrute o la necesite. Pero sigo teniendo mis dudas sobre el favor que nos hacen.

viernes, 25 de junio de 2010

Nostalgia

Playa de Premià de Mar
Montjuich (Barcelona) al fondo

En la ciudad, lejos del mar, el verano es calor, terrazas, mosquitos y poco más.
Yo, que como Serrat nací en el Mediterráneo, echo de menos las mañanas, a primera hora, paseando por la playa, antes de que vengan las hordas a ponerse como sardinas en lata, aceitosos, unos al lado de los otros. Echo de menos el olor del salitre y el sonido de las olas, la espuma del agua en la orilla, los paseos por la noche mientras se observan las luces de los barcos en la lejanía, el pescado recién llegado a la lonja...
Echo de menos la brisa, las noches durmiendo en la terraza, donde hace menos calor que dentro, las buganvilias que me acompañaban desde la infancia y aquí no aguantan, dicen, este sol.

Recuerdo la línea brillante del mar cuando amanece, con el sol que parece salir del mar mojado y aún encendido, y la estela brillante que se refleja en el agua al nacer de nuevo, como cada día.
Recuerdo, sabiendo que está ahí. No es algo del pasado, sino de mi pasado.

Los que vivís junto al mar, dad hoy un paseo por la orilla a mi salud.

miércoles, 23 de junio de 2010

Al mal tiempo... Informal pero arreglá














¡Estoy atacá, estoy atacá! 
Estoy atacá, mal palo en las costillas a ti te den, riapitá, 
mira que estoy atacá, por los traguitos que tú me haces de pasar. 
Cogé la puerta, estoy na más deseandito, riapitá, 
mira de cogé la puerta, y al salir, 
¡salir corriendo como las locas!
Estoy mala de los nervios, ¡estoy mala de los nervios! 
¡Ay qué hartura, Dios mío, riapitá, 
mira que me voy a la calle a pegar chillíos...!

lunes, 21 de junio de 2010

Mejor me callo



Una intenta arreglarlo. Habla y habla sin cesar por el auricular, pero no puede ver al otro, ni leer su mirada, ni tocarlo. Y cada vez se siente una más frustrada.
Lo aclara, añade datos. Piensa que lo está aclarando, más bien.

Al final se da por vencida. Más le hubiese valido callarse. Al otro lado del hilo no hay enfado, sólo desconcierto. Demasiada información que no ayuda.

Y es que hay ocasiones en que nos hemos de defender de las palabras y defender al otro de paso.
Porque, de buenas intenciones está el camino al infierno empedrado, dicen.

¿Será por todo eso que cada vez me coarto más aquí también?

¿Quién es más libre? ¿Quien dice todo lo que quiere o quien calla?

sábado, 12 de junio de 2010

La cucharada estrecha. Cuentos de famas y cronopios


















Gótico americano (1930)
Grant Wood

Un fama descubrió que la virtud era un microbio redondo y lleno de patas. Instantáneamente dio a beber una gran cucharada de virtud a su suegra. El resultado fue horrible: Esta señora renunció a sus comentarios mordaces, fundó un club para la protección de alpinistas extraviados y en menos de dos meses se condujo de manera tan ejemplar que los defectos de su hija, hasta entonces inadvertidos, pasaron a primer plano con gran sobresalto y estupefacción del fama. No le quedó más remedio que dar una cucharada de virtud a su mujer, la cual lo abandonó esa misma noche por encontrarlo grosero, insignificante, y en un todo diferente de los arquetipos morales que flotaban rutilando ante sus ojos.

El fama lo pensó largamente, y al final se tomó un frasco de virtud. Pero lo mismo sigue viviendo solo y triste. Cuando se cruza en la calle con su suegra o su mujer, ambos se saludan respetuosamente y desde lejos. No se atreven ni siquiera a hablarse, tanta es su respectiva perfección y el miedo que tienen de contaminarse.

Julio Cortázar

martes, 8 de junio de 2010

Tú eres especial (cuestión de etiquetas)



















Dedicado a un chico triste:

Hubiese preferido una versión subtitulada o en español de España, pero... No dejéis de escuchar la moraleja.

Edito:

No había visto el pastiche del final. Quedáos con el cuento en sí, por favor

martes, 1 de junio de 2010

Desahogo y despedida.


Foto:
Juan García Gálvez










Fantasmas del pasado:

Dejadme vivir el presente y mirar con fe el futuro.
Soltad las amarras, no invadáis mi sueño con recuerdos contrahechos, pesadillas repetidas,
angustias reiteradas.
Dejadme ver las noticias sin sentir miedo. Lo que pudo ocurrir no ocurrió, para redención de todos.
Fantasmas del pasado, abandonad mi alma, mi mente, mi cuerpo.
No quiero volver a ahogarme -es angustioso sentir que no te llega el aire-. Eso ya pasó.
Ni me hacen daño ni lo hago.

Dejadme, pues.
Aunque ahora pienso que si volvéis es porque yo os dejo lugar y comida en la nevera.
Voy a cambiar la cerradura. No llaméis más a mi puerta.

Hasta nunca.