viernes, 10 de agosto de 2012

Qué bueno que viniste.


Cuando el frío, el pariente pesado, el presupuesto para el mes, la ropa que ahora no nos entra, el calor y la perra crisis entran por la puerta de nuestra vida, por las rendijas de nuestras ventanas se escapan la ilusión de los primeros tiempos, el deseo que nos empuja a vivir y las fuerzas para seguir soñando.

Quiero hoy, querida mía, darte las razones por las que quiero seguir caminando a tu lado, codo con codo y a nuestro propio ritmo.  
A lo mejor te parece que no son razones muy trascendentes las que te voy a dar, pero las cosas pequeñas son las que más importan al final.  Por cosas intrascendentes vivimos, morimos y matamos. De manera que tiene, cada una de esas intrascendencias , un peso específico decisivo que hace que cada día te quiera más.
Voy a ello.


Te quiero porque eres muy divertida; nadie me ha hecho reír tanto como tú en toda mi vida.

Te quiero porque eres pelirroja de corazón.

Te quiero porque me gustan tus manos, tan largas y finas.  Me gusta observar cómo las mueves.

Te quiero porque, muy aplicada tú, te arremangas y te metes en faena cada mes para vigilar nuestras cuentas  y que no se vayan por los cerros de Úbeda.

Te quiero porque me haces café por las mañanas.  

Te quiero por ese par de dientes descarriadillos que hacen tu sonrisa tan única y golosa.

Te quiero porque eres una chica muy mayor pero todavía hablas de tu yaya con el cariño y la veneración que te despertaba a los nueve años.

Te quiero porque te admiro intelectualmente.  Poca gente de tu edad tiene tu cultura y sabe tanto de tantas cosas.

Te quiero porque me agradeces que te de comer incluso cuando lo que he cocinado resulte, un día, insulso.

Te quiero porque, a pesar de tener una mala salud de hierro, no permites que el dolor te gane la partida.

Te quiero porque andar con bastón te da un porte -algo inglés- elegante y un tanto extravagante, que me pone mucho.

Te quiero porque te has revelado como la mujer fuerte de la relación.  Eres el báculo en el que puedo apoyarme.

Te quiero porque las piernas te llegan al ombligo.  Eres mi Cyd Charisse particular.

Te quiero porque sabes llevarme bailando.

Te quiero porque quieres bien a aquellas que son el otro eje de mi vida,

Te quiero de frente, de perfil y de espaldas.  Me gusta observarte cuando no te das cuenta para empaparme de ti.

Te quiero cuando me quieres más de lo que me quiero yo.

Te quiero porque me gusta tu olor.

Te quiero porque me has acompañado en momentos muy difíciles de mi vida.

Te quiero porque sentarme a tu lado en el sofá y compartir la manta es hacer hogar.

Te quiero porque planeamos levantar el vuelo en busca de la primavera.

Te quiero porque haberte encontrado es haber llegado, por fin, a casa.

Te quiero de una manera que trasciende mis miedos, mis corazas, mis reticencias antiguas, mis costumbres y mis anteriores convicciones.  
Todo se hizo trizas el día que empecé a quererte y nada ha vuelto a ser igual. 

Mira si eres intrascendentemente trascendental.

Feliz cumpleaños, amor mío.  Qué bueno que viniste.