domingo, 3 de abril de 2011

Cierta despersonalización















Por más que le daba vueltas no lo entendía.

Habían pasado muchas cosas que habían hecho peligrar su relación. No se podían cortar los lazos de sangre, pero ya nada era igual.

Durante un periodo que a ella le pareció eterno, la relación fue tensa. Cualquier palabra, gesto o acto podía ser malinterpretado. Además los amagos de justificarse para hacerse entender estaban condenados a acabar en discusiones que las alejaba aún más.
Poco a poco las cosas empezaron a mejorar. O eso quería ella ver. Sin embargo,de pronto, sin que supiera por qué, ya no obtuvo más respuesta a sus llamadas. Cuando consiguió ponerse en contacto encontró una voz que demostraba la educación y el tono agradable que utiliza un profesional con un cliente al que no puede eludir pero con quien quiere acabar pronto la conversación: Una falsa afabilidad, una jovialidad en el tono que sonaba falso. Una coraza muy grande y ninguna explicación.

Ahora sentía perplejidad por un lado, al no saber por donde venían ahora los tiros y, a pesar de todo, ganas de justificarla. Pero también, cada vez más, un gran cansancio.

Dejar de comprender a alguien con quien durante muchos años se ha tenido una relación estrecha es una manera de padecer despersonalización.