miércoles, 29 de julio de 2009

Eso no era vida

F. entró en este mundo con mal pie.

Su primer viaje fue en taxi, porque en un taxi nació.   Una comadrona cansada después de un largo día de trabajo le administró a la Señora Madre, la que lo había de parir, algo para que aligerase, y no dio tiempo a llegar a la pequeña clínica donde debiera haber nacido.

Algo en ese rato dañó su cerebro lo suficiente para que no entrase en el grupo de los llamados normales -sean éstos lo que sean- pero no lo bastante como para hacerlo un infeliz, justo aquellos que suelen ser los más felices, porque no se enteran.  Él tenía un problema, pero lo peor es que lo sabía.  Era consciente de ello.  Y eso sí lo hacía desgraciado.

No.  No era eso lo peor.   Conozco a otros como él.  Si han dado con padres o tutores que quieran su bien les han educado para ser  (en lo posible) autónomos, responsables, con buena autoestima y capaces de amar.  Pero ese no fue su caso.

Fue sobreprotegido y mal educado.  Y la Gran Castradora hizo de él su complemento.   Lo apartó de los demás para que creyese que ella, y sólo ella, lo quería.  Después, como a la señora le iba la marcha, reprodujo en su relación el patrón que había seguido con el padre de él, y así podía repetir su frase preferida en aquellos años:  "Es como un marido malo".  Malo según ella, claro. 
F. nunca vivió en pareja, sino con la madre que lo parió y lo moldeó a su capricho.

Así, su vida fue cada vez más triste.  Posiblemente eso es lo que hizo que se suicidara lentamente.  A fuerza de comida y tabaco.  
Lento pero seguro.

La Doña pasó a hacerlo aún más dependiente a medida que su salud se iba deteriorando, y lo convirtió en un gigantesco y algo ridículo bebé.  De esa manera pasó ella a jugar a las casitas con lo que quedaba de la persona que había intentado años atrás resistirse a su telaraña de araña viuda para al final claudicar.  

Por eso F. terminó dimitiendo de la vida. 
Su madre hizo que pusieran en sus manos, en el féretro, un muñeco de peluche.  No le dejó ser hombre ni en el momento solemne de la muerte, a pesar de que dispuso que lo vistiesen con su traje de americana a rayas.

Ella que, conociéndola, debía tener la ropa cuidadosamente escogida y preparada desde hace tiempo, apareció en el funeral con un moño estudiado y sus mejores galas:  Negras, pero de estilo ibicenco, y con un chalequito blanco que ella misma había llenado de abalorios.  Arreglá pero informal. Era su momento de gloria, aquel por el que había hecho todos los esfuerzos que se supone deben hacer las madres.

F. era mi hermano.  
Murió el pasado día 23 de julio a los 45 años, de cáncer de pulmón y de desesperanza.

Ahora sí descansa en paz.




domingo, 19 de julio de 2009

Secretos a voces


Una puede callar con su boca. Sus actitudes hablarán por ella.
Puede posponer el momento de hablar. Después resultará que lo que dice ya no es noticia.
Puede intentar no herir con las palabras. Al final a los demás les duele la falta de confianza.

Y si todo esto ya lo sabía...¿Por qué esperé tanto? El miedo me pudo.
Infravaloré a las personitas que tenían que escuchar esa verdad. Eran inteligentes y ya lo sabían, realistas y lo aceptaron, generosas y, aunque aturdidas, me siguen queriendo.

Y me siento liberada.

Decir la verdad, lo que hay, me ha hecho libre.

Amo.
Lo muestro y lo demuestro.
Amo.
Y soy feliz.

lunes, 6 de julio de 2009

Rayuela















Capítulo 7

Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano por tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.

Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.