domingo, 20 de noviembre de 2011

Ya no vivo en Anhedonia.










Anhedonia es un no-lugar.

No hace frío ni calor.  No es silencioso, pero ni aún tu voz suena clara.  Ni que decir tiene, que las voces de los demás no logran hacerse entender.
No existe un horizonte, por tanto no hay una meta ni un camino cierto.  No te puedes ubicar, porque no hay ningún punto de referencia.  Pero eso no significa que transitar por Anhedonia sea tarea fácil.  Aunque no sepas hacia donde ir, ni si hay siquiera una salida, levantas los pies, pero no puedes avanzar.  Están hundidos en un farragoso mar de arena formado por la erosión de rencores, esperanzas, anhelos que se autoproclaman imposibles y recuerdos del pasado, todo ello desgastado por el uso y abuso, por el roce que los ha ido haciendo cada vez más pequeñitos, más resbaladizos y más indescifrables.
El tiempo está suspendido en un instante anodino y no por ello carente de cierta agonía, porque no pasa ni te acerca a la vida ni a la muerte.

Eso es.  Ni estás vivo ni estás muerto.

Pero de golpe una sacudida te conmueve y sientes un dolor muy fuerte.  Te ahogas en tu dolor.  No puedes respirar y te desgarras o se desgarra el pellejo que contenía esa espesa y pesada nada que te envolvía y te conformaba.

¡Qué placer sentir ese dolor!  ¡Qué sorpresa, ver que puedes romper a llorar por fin!  Ese mar de arena se va vaciando por el desgarro y no dejas de llorar en días.  Ya no hay más vacío, se te rompe el pecho mientras compruebas que estar viva duele. Eso te da la risa floja, y ríes con la cara mojada.  ¡Y resulta placentero también reír!

Y el tiempo se sucede, y sabes que un día morirás, pero no ahora.  Y tus ojos ya se han lavado y dejan ver, por fin, que hay alguien ahí dentro.  Y es un alivio para ti y para quien intentaba acompañarte, como si eso hubiese sido posible.

Y aceptas el regalo de sentir.  Lo que sea, lo que traiga la vida, pero sentir.  Qué descanso.





jueves, 10 de noviembre de 2011

El Fabricante de Mentiras o Difama que algo queda.
















"El era un fabricante de mentiras,
Tenía las historias de cartón.
Su vida era una fábula de lata,
Sus ojos eran luces de neón.
Y nunca tengas fe,
Que sus mentiras pueden traer dolor."


Sui Generis.
Se supone que era un hombre, pero tenía la maldad de las mujeres malas, de las brujas maledicientes de su familia.   Se supone que era un señor, pero no había heredado la bonhomía ruda de su padre, sino las mañas hipócritas de aquellas víboras.  No importa que él mismo hubiera sufrido sus maldades domésticas.  Era igual que ellas.


Hablaba de honor mancillado y no se acordaba de sus ladillas de cuerpo y mente.   Hacía mal los deberes de matemáticas a sabiendas y sin embargo hablaba alegremente de robos.  No importaba que él se hubiese apropiado impunemente del nombre de alguien y lo hubiese arrastrado hasta hacerlo parecer irreconocible.  Es ruin difamar a quien no se puede defender y acusar de interesado a quien nunca fue materialista.  


Hay maldades de guante blanco que parece que nunca serán desenmascaradas.  


Aún peor:  Hay personas dispuestas a creerse todo lo que les dicen, que más o menos conscientemente corren un velo sobre su memoria y por comodidad, interés o ellas sabrán qué razones, deciden reescribir la Historia.


Eso es aún más doloroso e indignante.