martes, 26 de octubre de 2010

Ley de vida















Ha llegado el momento. Esto es una frontera y la acabo de cruzar.

Ahora veo a los viejos tal como son. Ya no los veo de visita, sino que los vivo, los sufro, los compadezco, los deploro. Huelo la naftalina de sus armarios, veo sus intentos artríticos de encontrar las llaves por los bolsillos, de encontrar los recuerdos recientes por su cerebro, de encontrar la realidad entre la maraña de sus pensamientos a veces delirantes.

Veo -y me veo en ellos- a los familiares angustiados ante la imposibilidad de que esos ancianos vean sus límites actuales, que comprendan que se les quiere ayudar y no fastidiar. Los familiares no reconocen ya a sus mayores y al mismo tiempo descubren que son más "ellos" que nunca, porque el pundonor, la simulación o la buena educación se esfuma por momentos y reaparecen las pequeñas y grandes miserias de toda la vida.

De repente uno se siente confuso. Por un lado se siente responsable de un niño grande, un adolescente en lo peor de la etapa rebelde, que habita el cuerpo gastado de un viejo. Siente pena, preocupación, enojo, desesperación y ganas de tirarlo por el balcón, culpabilidad y pena y vuelta a empezar.

El pariente cuidador se siente de repente mayor, al ver la decrepitud en su padre y el paso cruel del tiempo, y un niño desvalido al mismo tiempo. Vuelven los conflictos contenidos durante décadas entre padres e hijos, entre hermanos que no pueden afrontar el problema desde el mismo punto de vista, porque en realidad cada uno de ellos vivió un padre diferente. Eso de que a todos los hijos se les cría igual es una falacia. Ni te pilla el cuerpo igual ni tu estado de ánimo es el mismo entre la llegada de un hijo y otro. Así que pintan bastos.

Y piensa uno - y llega a decir-: Hija, si alguna vez me vuelvo como la abuela me pones unas cuantas gotas de cianuro en el café. Lo dices pensando que no quieres ser igual, que no lo vas a ser, que antes muerta. Lo que no sabes es que, a lo mejor, ya has hecho méritos suficientes, a sus ojos, para merecerte esas gotitas de cianuro. Y que a su vez ella debe pensar lo mismo: "Cuando tenga hijos yo quiero hacerlo mejor". Justo aquello que tú pensabas a su edad.
La mediana edad tiene eso: Mires hacia atrás o hacia delante en el horizonte siempre hay nubes.

Ley de vida.

domingo, 24 de octubre de 2010

Empecemos de nuevo











Nada es lo mismo (Ángel González)

La lágrima fue dicha

Olvidemos
el llanto
y empecemos de nuevo,
con paciencia,
observando a las cosas
hasta hallar la menuda diferencia
que las separa
de su entidad de ayer
y que define
el transcurso del tiempo y su eficacia.

¿A qué llorar por el caído
fruto,
por el fracaso
de ese deseo hondo,
compacto como un grano de simiente?

No es bueno repetir lo que está dicho.
Después de haber hablado,
de haber vertido lágrimas,
silencio y sonreíd:

nada es lo mismo.
Habrá palabras nuevas para la nueva historia
y es preciso encontrarlas antes de que sea tarde.

martes, 19 de octubre de 2010

¿Verdad?





















¿Qué verdad?
¿La tuya? ¿La mía?
¿Con qué datos?
¿Desde qué prisma?
¿Con qué finalidad creerla?
¿Por comodidad?
¿Por convencimiento?
¿Para acallar la conciencia?
¿Para adecentar o afear la conducta de otro?
¿Poniendo la mano en el fuego?
¿Verdad? ¿Qué verdad?
¿De verdad?

viernes, 8 de octubre de 2010

Lo que me pide el cuerpo y la mente... Y quien me aguanta



Ilustración de Jesús Cisneros


"...Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres.
Que vuestra mesura sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca.
No os inquietéis por cosa alguna; antes bien, en toda ocasión, presentad a Dios vuestras peticiones, mediante la oración y la súplica, acompañadas de la acción de gracias.
Y la paz de Dios, que supera todo conocimiento, custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.
Por lo demás, hermanos, todo cuanto hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable, de honorable, todo cuanto sea virtud y cosa digna de elogio, todo eso tenedlo en cuenta."

Epístola a los Filipenses


Estoy viendo a más de uno a quien este texto le está haciendo salir un sarpullido por todo el cuerpo, pero bueno, que se lo tome como se tomaría un proverbio zen, una cita de Gandhi o aquello de "ya lo decía mi papa (no el de Roma)".
Esto no deja de ser eso tan traído y llevado hoy: Pensamiento positivo o programación neurolingüística (PNL).

Es que todo está ya inventado.

En serio, me lo voy a repetir como un mantra. Es que una semana sin fumar más la realidad cotidiana, adobado todo con mi autofustigamiento gratuito, a veces me resulta pelín demasiao.

Hala, a más ver.

martes, 5 de octubre de 2010

la sombra de la demencia





Se cierne sobre aquella de quien yo tantas veces había dicho que estaba loca. Ahora, desde hace unas semanas, la expresión que utilizamos es que se puso -se pone a intervalos- como una loca. Es un matiz diferente. Su razón, que siempre fue caprichosa, subjetiva y egocéntrica, parece perderse poco a poco.
La que más razón tenía, la que según ella no era suficientemente tenida en cuenta -cómo no tenerla en cuenta, cuando siempre quiso ser la que más llamaba la atención- parece estar perdiendo la razón.
Aquella que sabía que mentía, en el fondo, ahora cree sus propias mentiras, por más que insiste en que ella no miente, que lo que dice es "el evangelio bendito". Repite insistentemente que lo que ella cuenta es La Realidad, así, en mayúsculas, de forma enfática. Pero ahora se lo cree. Y en esa creencia consiste su posible e incipiente demencia.
Las ganas de estar enferma para ser considerada, en lugar de ser generosa en sus gestos y sus juicios para ser amada, le hacen perder el juicio. Tantas veces gritó que venía el lobo que cuando el lobo ha llegado nos ha costado darnos cuenta de que ahora la cosa era seria.
Es duro ver a la propia madre así, aunque tantas veces hayamos dicho que estaba jugando con fuego con su cuerpo, su mente, su alma.
Yo quiero aprender a cuidarme, para no repetir la misma historia, que es aquello que tanto nos asusta a los hijos en demasiadas ocasiones: Parecernos a nuestros propios padres.