martes, 27 de abril de 2010

Sábanas revueltas



DIXÁN


por qué se secará tan lenta la ropa por qué persisten

las manchas de grasa de fruta y de tus labios

si dixán borra las manchas de una vez por todas

por qué la aspereza de las prendas la sequedad de su tacto

si pienso en tus manos en tu modo de mirarme de decirme

que por culpa del amor habrá que lavar las sábanas de nuevo

preguntas tristes tristes como todos los anuncios de detergente

y es que no encuentro mejor suavizante que tus manos

en esos bares supermercados desnudos de la noche


Pablo García Casado.


jueves, 22 de abril de 2010

Digues Amic

Amic tu que tan estimes
no em diries què és amor?

Amor és mort de qui viu
i vida d'aquell qui mor;
és en el jorn alegria,
dolça tristesa en la mort,
enyorança en el viatge,
felicitat en el port.

-Digues, Amic: ¿qui té més gran amor,
aquell qui d'amor viu o aquell qui en mor?
-Aquell que en mor -respon l'Amic lleial-
puix ja no hi pot haver amor més alt.
que mata l'enamorat
quan sent cantar en la vida
les belleses de l'Amat.

Adaptación de un poema de Mossèn Cinto Verdaguer.

viernes, 16 de abril de 2010

La Ley 52/2007



Duelo a garrotazos. La riña.
Francisco de Goya


La Ley 52/2007, conocida como Ley de Memoria Histórica, reconoce el derecho a la reparación moral y a la recuperación de la memoria personal y familiar de quienes padecieron persecución o violencia durante la Guerra Civil y la Dictadura.

Por esta razón, en su artículo 4 la Ley contempla el derecho a obtener una Declaración de reparación y reconocimiento personal a quienes durante la Guerra Civil y la Dictadura padecieron persecuciones, condenas, sanciones o cualesquiera otras formas de violencia personal por razones políticas, ideológicas o de creencia religiosa.

Estas razones incluyen la pertenencia, colaboración o relación con partidos políticos, sindicatos, organizaciones religiosas o militares, minorías étnicas, sociedades secretas, logias masónicas y grupos de resistencia, así como el ejercicio de conductas vinculadas con opciones culturales, lingüísticas o de orientación sexual.

Mediante esta Declaración, la democracia española honrará a aquellos ciudadanos que padecieron directamente la injusticia y los agravios derivados de la Guerra Civil y de la Dictadura franquista. A quienes perdieron la vida y también a quienes perdieron su libertad al padecer prisión, deportación, confiscación de sus bienes, trabajos forzosos o internamientos en campos de concentración dentro o fuera de nuestras fronteras. Igualmente, se reconocerá a quienes perdieron la patria al ser empujados a un largo, desgarrador y en tantos casos, irreversible exilio.

Ministerio de Justicia.


¿Quién escribe la Historia?

Éste es un país en el que las heridas no cicatrizan. Algunos dicen que mejor no hurgar en la llaga. Otros dicen que mientras no saquemos toda los fantasmas de los armarios -o lo que es lo mismo, los muertos de sus fosas- no habrá salud posible.

Durante años no se pudo hablar y cada cuál, unos más que otros, tuvieron que callar su dolor. Ahora, por fin, pueden y quieren cerrar página, siempre que se les permita contar la historia desde su punto de vista tanto tiempo acallado.

España ha sido un país puesto como ejemplo de lo que debía ser una transición política llena de buena voluntad, civilizada. Pero siempre quedan olvidos inexplicables. Esta transición que comenzó hace 35 años no estará terminada mientras se produzcan hechos como los que están en boca de todo el mundo -como lo relacionado con el juez Garzón- u otros de los que casi nadie tiene noticia, como que los pastores protestantes y sus viudas no puedan cobrar sus pensiones, siendo este un país aconfesional, según la Constitución Española y siendo el protestantismo una de las llamadas religión de arraigo en nuestro país.

Y vuelvo a preguntar: ¿Quién escribe la Historia en este caso? ¿Los que dicen que hay que olvidar, porque son los cachorros de aquellos que tienen tanto que callar?

Toda historia tiene diferentes significados según sea contada, según quién la interprete, aun según lo que quiera entender el que la escucha.

¿Quién tiene todos los datos? ¿Quién será verdaderamente objetivo? En cuanto a la guerra civil española, muchas veces han sido personas ajenas a nosotros, como dice Niall Binns, en un comentario a la edición de un libro sobre la guerra del 36:

Cada vez que se retira una estatua de Franco o se abre una fosa común —en busca de los "desaparecidos" de la guerra— apuntan a heridas históricas sin cicatrizar, y a pasiones y odios que siguen palpitando a pesar del bienestar.
 Esta visceralidad explica por qué los mejores panoramas sobre la guerra civil siguen perteneciendo a historiadores de lengua inglesa como Hugh Thomas, Gabriel Jackson, Raymond Carr, Stanley Payne, Paul Preston y ahora, definitivamente, Antony Beevor, en quienes los restos de ese "imaginario romántico" —que llevó a tantos idealistas anglosajones a participar en la guerra— se combinan con buenas dosis de mesura. Es curioso ver, por ejemplo, que el propio Beevor, horrorizado ante la letanía de atrocidades, relaciona —sin atisbo de ironía— el trato humanitario que daban los vascos a sus prisioneros con la educación inglesa de sus dirigentes y su experiencia con nannies británicas: "es posible que aprendieran de los ingleses a ser buenos perdedores".

Ser objetivo es muy difícil cuando el hecho analizado nos toca de cerca.Pero no sé si el olvido, sin más, es lo mejor. Quien olvida su pasado está condenarlo a repetirlo, dice el aforismo.

Quizá sea mejor no olvidar nunca lo que sucedió, pero siendo humildes para reconocer que es difícil tener todos los datos, aprendiendo de nuestros propios errores y también de los de los demás, dejando el revanchismo y mirando hacia el futuro.

Es difícil, pero las consecuencias de no hacerlo así, es que sigan habiendo dos Españas. Como dijo Antonio Machado -y lo sufrió en sus carnes-:


Ya hay un español que quiere
vivir y a vivir empieza
entre una España que muere
y otra España que bosteza.
.
Españolito que vienes
al mundo te guarde Dios.
una de las dos Españas
ha de helarte el corazón.

Parece mentira que estos versos fuesen publicados por primera vez hace 99 años.

¿Cambiaremos algún día o nuestra supuesta "europeidad" será sólo cuestión de maquillaje?


martes, 6 de abril de 2010

Espectadora expectante



El Bola... Te doy mis ojos... En busca de la felicidad... Estas películas -y muchas más- aún no he podido verlas nunca.

Yo veo cine como miraba la gente del pueblo en la Edad Media los autos sacramentales y los cuentos de ciego: Dejándome llevar por los trucos, los golpes de efecto y la palabrería. Pasando de la ira al dolor y de ahí a la risa en un santiamén. Es igual que la historia no esté exactamente basada en un hecho real, que sea un cuento, que se busque justamente esa reacción con el color, el ritmo, la música... Aunque lo sé, me dejo llevar por mi subjetividad y lo paso mal.
Yo me he ido de un cine porque no aguantaba una escena de tortura caciquil. Fue hace muchos años, viendo El crimen de Cuenca, de Pilar Miró. La persona que me acompañaba se pilló el berrinche del siglo, a pesar de que le dije que podía quedarse, que no me iba a molestar. Pero yo tenía que irme. Me acompañó afuera, pero creo que aún le dura el cabreo.

En el teatro no me pasa. Soy capaz de ver los entresijos de la composición del personaje, la escenografía. Me pregunto qué pasará en el backstage y analizo todo sin dejar por eso de disfrutar.

Pero ahora, desde que vivo con mi amor, me someto a una cura de exposición intensa al objeto que causa la fobia. Eso sí, sentadita al lado de ella, con la venia para levantarme y poner "pausa" si la cosa se me hace cuesta arriba, ir por enésima vez al baño en media hora, pasar por la cocina para coger algo que echarme al gaznate o encender un cigarrillo. Pero la película la veo.

Esta chica tiene más paciencia que un santo. Al final conseguirá lo que se propone. Que pierda el miedo a sentir. ¿Será esa una de las razones por las que tanto la quiero?

sábado, 3 de abril de 2010

Semana Santa: ¿Desde dónde se mira? ¿Qué se ve?




Fotografía:
Juan Antonio Guerrero


No soy católica, empecemos por ahí.
Aún así voy a ver las procesiones. Me dejo llevar por las sensaciones de todo tipo. A ratos observo, a ratos analizo, pero también trato de llegar, buceando entre las sensaciones, a la historia que inspiró "toda esta historia".

Se puede estar dentro o fuera, lejos o cerca. He aquí diferentes perspectivas.

De pie o de rodillas
Esta primera experiencia no la viví yo, sino un señor que ahora pasa de los ochenta años y la vivió -y sufrió- cuando era un chaval:

Cartagena, alrededor de 1940:
Eran los primeros años de la dictadura de Franco. La guerra civil la perdieron todos, dicen. Pero unos más que otros. Perdió más el que quería pensar por su cuenta, el que buscaba libertad de expresión y el que no comulgaba con ruedas de molino.

Era Semana Santa. Habían clausurado, nada más acabar la guerra, las iglesias protestantes. Se reunían en las casas o en el campo, a escondidas. Pero había muchas maneras de verse expuesto a la dictadura del nacional-catolicismo.

Un adolescente iba por la calle con su tío. Se acercaba una procesión, con el cura al frente, báculo en mano. A su paso todo el que estaba en los bordes del camino se arrodillaba. Antonio y su tío guardaban respeto, pero no se arrodillaron.
El cura paró la marcha al verles. Les ordenó doblar la rodilla. El tío de Antonio se negó. Volvió el cura a ordenárselo y a negarse, no sin zozobra, el hombre. Enfrentarse iba a tener sus consecuencias. Lo sabía. Pero tenía sus principios. El sacerdote, lleno de amor cristiano, descargó con fuerza el báculo que llevaba en la mano sobre su hombro.
Tuvo que arrodillarse el disidente y permanecer así mientras terminaba de pasar la procesión.
¿Creéis que se ganó un fiel aquel día ese cura? Yo me sublevo aún en nombre de aquel adolescente.


Desde un balcón o a pie de calle
1982 en una ciudad en la que existe una enorme basílica que rememora un hecho que nunca ocurrió.
Durante ese año viví en la ciudad a la que he vuelto, esta vez para quedarme, por amor.
La recuerdo llena de uniformes militares y sotanas. Desde la azotea de mi casa contaba las torres de siete parroquias al menos, cerquita unas de las otras, sin contar la mole que tanto visita la gente y que está a un paso de donde yo vivía. Cerca está la catedral, mucho más humilde, destrozada en su fachada principal por el barroco que todo lo emborronó en los siglos de la Contrareforma española. Los laterales, de estilo mudéjar, son preciosos. Siempre la preferí.

Ese año vi las procesiones de Semana Santa desde un balcón. Desde arriba veía el pellejo de los tambores salpicado de sangre, porque muchos de los cofrades no se ponían guantes.
Recuerdo a mujeres vestidas de negro detrás de cada paso. Algunas descalzas, otras arrastrando cadenas en los pies.
Todo ello me resultaba extraño. No acertaba a entender qué pecados querían pagar con esos gestos, qué promesas habrían hecho. Pero sobre todo no podía entender qué imagen guardaban de Dios. ¿Por qué ese Dios iba a aceptar con agrado semejantes sufrimientos?. ¿Qué sadomasoquismo había en la relación que establecían muchas de aquellas gentes con Él?.

Año 2010. Viernes Santo en la augusta ciudad. A pie de calle.
Esta vez he visto, casi tocado y también olido todo lo que pasaba. No sé si podré ordenar todo lo experimentado.
Esta no es tierra de saetas ni piropos a la Virgen. Es un pueblo que habla fuerte pero siente hacia adentro. Ya no he visto sangre en los tambores, ni cadenas en los tobillos de ninguna mujer. La única tortura supongo que habrá sido la de andar con tacones altos y aguantar derecha la peineta y la mantilla de las manolas, tan elegantes. En el pecado llevan la penitencia.

He visto los ojos de aquellos que se esconden bajo los capirotes. Siempre me dio un poco de repelús la imagen de los cofrades con la cara tapada. Pero ahora creo entenderlo un poco mejor.
Algunas cofradías llevan una especie de antifaz, no llega a esconder del todo su cara. Por los lados se entrevé la barba de tres días, la papada, el maquillaje de algunas mujeres, a alguien mascando chicle... Personas diferenciadas. La cara tapada les unifica. No es un acto de soberbia, sino de humildad. En ese momento no se puede hacer distinción entre unos y otros.
Están al servicio de lo que representan. Eso está bien.
Me ha gustado ver a tantos niños siguiendo la procesión con sus tambores pequeños. Eso quiere decir que el hecho cultural no muere. A esos niños probablemente les gustará ir a McDonalds, pero siguen las tradiciones de sus padres. No todo está perdido en esta aldea global.

Yo no voy a postrarme nunca ante una imagen. Casi todas, además, en esta ciudad, carecen de valor artístico o histórico, según creo. No hay ningún Salzillo entre sus pasos.
Pero me dejo impregnar de un sentimiento naïf al ver la secuencia de escenas, recordando el hecho que representan.

Nadie me ha obligado a arrodillarme.