martes, 5 de octubre de 2010

la sombra de la demencia





Se cierne sobre aquella de quien yo tantas veces había dicho que estaba loca. Ahora, desde hace unas semanas, la expresión que utilizamos es que se puso -se pone a intervalos- como una loca. Es un matiz diferente. Su razón, que siempre fue caprichosa, subjetiva y egocéntrica, parece perderse poco a poco.
La que más razón tenía, la que según ella no era suficientemente tenida en cuenta -cómo no tenerla en cuenta, cuando siempre quiso ser la que más llamaba la atención- parece estar perdiendo la razón.
Aquella que sabía que mentía, en el fondo, ahora cree sus propias mentiras, por más que insiste en que ella no miente, que lo que dice es "el evangelio bendito". Repite insistentemente que lo que ella cuenta es La Realidad, así, en mayúsculas, de forma enfática. Pero ahora se lo cree. Y en esa creencia consiste su posible e incipiente demencia.
Las ganas de estar enferma para ser considerada, en lugar de ser generosa en sus gestos y sus juicios para ser amada, le hacen perder el juicio. Tantas veces gritó que venía el lobo que cuando el lobo ha llegado nos ha costado darnos cuenta de que ahora la cosa era seria.
Es duro ver a la propia madre así, aunque tantas veces hayamos dicho que estaba jugando con fuego con su cuerpo, su mente, su alma.
Yo quiero aprender a cuidarme, para no repetir la misma historia, que es aquello que tanto nos asusta a los hijos en demasiadas ocasiones: Parecernos a nuestros propios padres.

3 comentarios:

  1. Según la describes, cuando no tenia razón era antes... y ahora recuperó la cordura.

    ¿Qué es más cuerdo que actuar en conciencia en base a lo que uno cree, y qué mayor pérdida de razón que mantener posiciones imposibles a sabiendas que lo son?

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  2. Querido Sub:

    Acabo de hablar con un amigo por teléfono y vuelvo a tu comentario. Ahora le veo dos lecturas:

    La primera tiene que ver con mi propia madre y su problema. Lo que dices resulta, en apariencia, más un sofisma que una propuesta filosófica -te advierto que la filosofía siempre me la trajo bastante al pairo, aunque sé que en esta vida todo es filosofía, como todo es política y todo es sexo-.
    Pero la cotidianeidad con alguien que mantiene esa "cordura", la anterior o la que se nos viene encima, te aseguro que no es fácil. Es aquello de "no sé si darte la pastillita a ti o tomármela yo".

    Por otro lado no está sólo esa persona, sino todo el entramado familiar que se traduce en posicionamientos, decisiones a tomar, viejas cuentas pendientes, los beneficios materiales o intangibles como la etiqueta de "el bueno" que se lleva el que decide tomar las riendas y que al mismo tiempo que acapara el trabajo no se deja ayudar, los sentimientos de culpa que ves inducidos por otros... Todo un terreno pantanoso del que sales pringado seguro.

    Ante todo eso vuelvo a leer tu comentario y me aplico el cuento a mí misma:

    "¿Qué es más cuerdo que actuar en conciencia en base a lo que uno cree, y qué mayor pérdida de razón que mantener posiciones imposibles a sabiendas que lo son?"

    En esas andamos.

    Un abrazo.

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  3. lectura tiene una.. lo que tiene es aplicación a diversas realidades. A ti misma, a los demás...

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