miércoles, 20 de enero de 2010

Raíces podridas






Caspar David Friedrich




Antes de empezar quiero dejar constancia de que -por encima de todo- hablo de mí misma. Aunque mucha gente podría pensar lo mismo que yo. Pero escribo tomando como referencia mi propia historia.

Somos hijos de quienes somos, arrastramos la mierda acumulada generación tras generación, la cargamos sobre nuestros huesos, sobre nuestras costumbres, sobre nuestros miedos ancestrales, sobre nuestra culpa congénita.

Esa mierda nos enferma, nos conforma, nos deforma. Y, encima, la barremos bajo la alfombra. Allí fermenta, se pudre, nos pudre.
Pero no hacemos limpieza. Tenemos demasiado miedo a reconocernos ante el espejo. Reconocer en nosotros los tics tantas veces odiados cuando los vemos en los demás.
Jugamos a que no nos afecta, a que no es verdad. Jugamos a la familia feliz. Moriríamos -y de hecho morimos- antes que llamar a las cosas por su nombre.

Pero ese no es el mayor de los problemas. El mayor de los problemas es que toda esa mierda sigue proyectando su sombra y salpicando nuestra vida futura, condenándola de antemano.

Yo siento rencor. Lo reconozco. Me hubiese gustado tener unos padres bien avenidos, un padre con apego a la vida, una madre cariñosa y generosa, unos hermanos que me amaran de forma incondicional. Me hubiese gustado ser yo misma una persona con más ganas de vivir, cariñosa, generosa. Me hubiese gustado ser capaz de amar de manera incondicional.

Pero de tal palo... ¿O no?

7 comentarios:

  1. A mi lo que más me ha funcionado para poder hacer mi vida, dar gracias a mis padres porque me han dado la vida! sino me la hubieran dado no estaría aquí. Tomando a mis padres con todo, con lo bueno y lo malo, tal cual fue, y mirando mi propia vida, me siento más libre de esas raices "podridas" y menos enfadada con la vida.

    Suerte.

    ResponderEliminar
  2. Eso está muy bien, Simp...Yo, pero los padres no son padres sólo por haber engendrado ni parido.
    A veces incluso lo han hecho "a contracor", como se dice en catalán, es decir, sin quererlo hacer realmente.

    Y lo más perverso es que, a veces, un hijo pide de forma explícita cariño, un poco de reconocimiento, un poco de aceptación y se le niega, a saber por qué. Es desnaturalizado, es perverso. Y hay gente así. Te lo aseguro.

    ResponderEliminar
  3. Tienes razón, soy una de las que piensa practicamente igual que tú, podría firmar tus palabras.
    He contestado muchas veces a tus escritos, pero al final nunca los publico, no soy tan valiente como tú.
    No me gusta ver escritas mis miserias, y acaban siempre debajo de la alfombra.
    Quiero creer que yo lo estoy haciendo un poco mejor que mis padres, pero "Reconocer en nosotros los tics tantas veces odiados cuando los vemos en los demás", eso me mata.
    Lo he vuelto a hacer (he borrado dos párrafos).

    Me gusta leerte.
    Un saludo.

    ResponderEliminar
  4. Querida Torre39:

    Cuánto hace que nos "conocemos" ¿verdad?.

    Ser conscientes de cómo podemos llegar a ser es muy duro, pero es la única forma de llegar a superar cualquier desliz en ese sentido, en realidad.
    Reconocer las cosas y llamarlas por su nombre -pasando por alto el tabú que representa para nosotros hablar de nuestra familia de origen- creo que es necesario. Supongo que es un primer paso,ineludible, para poder avanzar en nuestro crecimiento personal.
    Pero el mundo de los sentimientos es tan intrincado....

    ¿Sabes? Yo me alegro mucho de encontrar un comentario aquí. No me seas tacaña, anda.

    No te desanimes. Yo me siento culpable por muchas cosas, lo podría haber hecho mejor, sin duda. pero también he cometido un error durante muchos años: Dejar que jugaran con ese sentimiento mío de minusvalía. Dejar que me manipularan por ahí.
    De esa situación he salido este año pasado, gracias a Dios. Pero me ha costado muy caro.
    Aún así no me arrepiento. He sido consecuente, por un lado y por el otro... el tiempo nos pone a todos en nuestro sitio.
    Un abrazo fuerte.

    ResponderEliminar
  5. Carísima.

    Cuando llegué a este mundo ya estaba la familia allí. He podido cambiar el parfum, la ropa, los programas de televisión y hasta de amantes; pero a la gente no. Definitivamente no.
    Y como no los puedo cambiar a ellos, me doy permiso para cambiar yo. Permiso para no repetir sus miedos. Permiso para nos optar sus opciones. Permiso para vivir mi vida sin títeres ni titiriteros.
    Y me pregunto: ¿Te das permiso tú? ¿O preferís quejarte de los hilos que atas a tus dedos?

    ResponderEliminar
  6. Carísimo:

    Touchée. Como en la esgrima.

    ¿Cómo se hace para perdonar y superar la amargura, por favor?

    Porque distancia física -y psicológica hasta donde puedo, que es poco- ya lo hago.

    ResponderEliminar
  7. hola te envio esta pagina
    www.alejandrasalgado.com
    me gusto muchisimo, igual que tu pagina y tematica saludos coordiales Rafael

    ResponderEliminar