miércoles, 16 de septiembre de 2009

Días de vino y rosas.


¿La peli o la obra de teatro?

¿Binomio Jack Lemmon-Lee Reemick o Carmelo Gómez-Silvia Abascal?

Ambos dos.

Lemmon, en la película, es un bebedor social, al que gusta beber en compañía. Una persona extrovertida para la que el acto de beber es un gesto de camaradería, de complicidad, de amistad.
Pero llega un momento en el que la bebida le es necesaria para mantener esa imagen de amigable colega, en medio del estrés laboral y la presión por mantenerse en el medio en el que se mueve.

Gómez, en la obra, hace un papel similar, aunque pasado por el tamiz de su carácter mediterráneo. Su optimismo, su manera de demostrar el amor, sus arranques de ira, son las de un hombre-tipo español. Encantador al cortejar, visceral al enfadarse, optimista sin pensar en las consecuencias.

En el papel femenino vemos a una Lee educada en la moral anglosajona y protestante del trabajo, eficiente sin destacar, ordenada, introvertida y culta, sin experiencia mundana y seria en sus relaciones. Una buena chica, como se suele decir. Tiene un solo "vicio": Come chocolate. Le encanta el chocolate. Nada, una cosa sin importancia, que le da un punto encantador y hace pensar al principio en un sucedáneo del sexo en su vida de chica reservada.
Pero, en cuanto entra en el mundo de su marido aflora su tendencia a la adicción. A principios de los sesenta, cuando se hizo la película, algo se sabía en cuanto a eso. La persona de Alcohólicos Anónimos que acompaña a Lemmon en su camino a la deshabituación lo comenta de pasada. Hoy en día hablaríamos de problemas en la recaptación de la serotonina, además de otros factores.

En el personaje que interpreta Silvia Abascal en la versión teatral vemos a una mujer con ganas de salir de la rutina de su vida de funcionaria, frágil tanto física como psíquicamente, deseosa, a pesar de su reticencia inicial, de dejarse envolver por el encantador personaje masculino, en lo que a ella le parece que será un canto a la vida.
Al final, será este personaje de la mujer la que más se hunda en la miseria, la que menos fortaleza tenga para salir de la autodestrucción, en parte por su introversión y su labilidad, en parte por no poder _o querer_ reconocer el problema y llamarlo por su nombre.

La película resulta casi pedagógica. Pueden verse las interacciones con la familia, los problemas en el trabajo, las amistades superficiales, el progresivo empobrecimiento y la degradación, el sufrimiento de los hijos, el restablecimiento moral de quien hace el esfuerzo y tiene apoyo moral para ello...

El montaje teatral dirigido por Tamzin Twonsend se basa en la relación de pareja y su conflicto. Trabajo, amigos y aún el hijo son sólo temas de discusión entre los dos. Son dos personas extranjeras en una ciudad grande y cosmopolita por excelencia como es Nueva York, donde el desarraigo es mayor y cada uno vuelve a su anónima celda después de haber rodado por la colmena todo el día, para cocerse en su dicha o su desdicha a solas.
Es un montaje sencillo, parco en escenografía, económico y, quizá por ello, más intenso. El peso del drama descansa en el trabajo de los actores, y aún los cambios de escena son aprovechados para, con pocos elementos (efectos de luz, versiones cada vez más desgarradas o distorsionadas de una misma canción, cambio de atrezzo a cargo de la pareja protagonista y entrevistos por el público) dar cuenta de la caída en el abismo, paulatina pero sin tregua.

Una historia de amor consumado y aún así, imposible.

Triste, muy triste. Pero esperanzador para quien quiera recuperar las riendas de su vida.

Es posible hacerlo.

2 comentarios:

  1. La película es tan buena que creo que difícilmente podrá ser superada por la obra de teatro (que por cierto no he visto, aunque Carmelo Gómez me parece un grandísimo actor) si acaso, pudieran ser extrapolables.

    La interpretación de Lemmon es magistral alejándose de ese papel de cómico que siempre le endosaban. La escena del hospital, esa mirada, me parece brutal. Es difícilmente soportable. En realidad es la interpretación de ambos. Bordan su papel de borrachos sin acomodarse al estereotipo del borracho gracioso que ve doble.

    Es una gran historia de amor trágico que lo define esta frase lapidaria “Si me amas, bebe conmigo”

    Pero también, como escribe García Márquez: Ya sé, que “la ilusión (la esperanza) no se come”—como le dijo ella. Y le respondió el coronel “No se come, pero alimenta “.

    Un beso, Maritornes

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  2. Sí, Bílbilis:

    Como tú pienso que éste es quizá el mejor papel de Lemmon. Se pueden captar multitud de matices en sus gestos sin que haya ni un ápice de histrionismo.
    Yo no había visto en teatro a Carmelo Gómez, aunque en la adaptación para el cine que hizo Pilar Miró de El Perro del Hortelano, ya pensé que debía ser un muy buen actor de teatro. Es muy difícil que una película aguante toda la acción hablada en verso.

    En cuanto a la cita de García Márquez, verdaderamente creo que la esperanza alimenta. ¿Qué crees tú que ayudó a los supervivientes de los campos de concentración nazis a sobrevivir?
    La inclemencia del tiempo, las vejaciones y la falta de alimentos diezmaron los campos, pero los que aguantaron lo hicieron porque se habían propuesto salir de allí para contar lo que habían visto.
    También tuvieron mejor suerte los que durante su encierro se dedicaron a organizarse entre ellos para, en lo posible, ser solidarios. Ese menester les mantuvo.
    Por eso, además del estado físico en sí, es tan importante tener , o buscar, una razón por la cuál vivir.

    Un abrazo, bílbilis.

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